Sunday 28 April 2013

Bio I: querer conocer(me) y huir hacia adelante

Me parece que después de los cuarenta (y ya tengo 42) hay poco que contar. Se ha vivido. Conozco el gusto, pero en mi caso, todavía aprendo en presente a plegarme a participar, en lo social, en lo de todo el mundo; de un trabajo fijo poco cualificado, por ejemplo. Una vez restablecido... Verme ahí. ¡Y cómo es esto, que no me he dado cuenta antes! Ante el arraigo es lo que he hecho siempre, posponer mis oportunidades, académicas y personales. Aquí hago un inciso, ya que hubiera podido ser esa salida comprometida, estable, nunca ejercida, los estudios. Ahora me ha quedado pena. Porque dejé la carrera de Químicas en algo menos de a medias, necesitado de dinero. No sería una excusa a lo largo de los años, pero fue entonces cuando me desenganché. Fui impelido en casa, poniéndome a trabajar, en precario, claro, aunque yo siguiera cerca de la facultad, queriendo continuar con mi carrera; por saber, así en abstracto. Me sentí cómodo trabajando. Suena raro pero carecía del lógico querer ser. No sé ahora, pero mi intención antes era sincera. Vivía en aquella fantasía divertida. Aunque todo se liara luego. Enrareciéndose.... Diagnosticado de "Psicosis Reactiva Breve". Sospechoso de Trastorno de Personalidad. Todo ha cambiado mucho. Un cristal personal (el que pese a todo nos separa del medio) se rompió...
.
Decir que fui de buenas notas en el colegio, muy buenas. Mediocres en secundaria. Empecé bien la universidad (salvé el selectivo gracias a mis altas calificaciones en las optativas; las comunes, letras). Se me consideraba no mal estudiante, aunque sobre todo creo que originalmente raro, particular, brillante a medias irreflexivo, me parece que no exactamente creativo (lo que implica un gran grado de conciencia de saber dónde estás), y de tinte vago, a lo mío. Sociable, grandilocuente y no sé si extraño, retraído en el fondo. Ya digo, quería "conocer", aunque intelectualmente solo me impresionaran, muy hondo eso sí, o quizá por eso, las ecuaciones de Maxwell. La vida y el esfuerzo me resultaban erróneos y lúdicos. Paradójicamente...

Salía mucho, completamente preocupado por mis interiores mentales sensaciones y por la gente, aparte. Metido dentro de un vago limbo personal, desde donde nunca llegué a tener verdadera conciencia de que, en nuestra cultura, para avanzar, y ser como los demás, no un transgresor gilipollas, nos manchamos las manos, a pesar luego se limpien reconocido. ¿Puede llegar a ser todo cristalino? ¿Espontáneo, intuitivo? No podré saberlo nunca... Si realmente yo escogí mi interior. A lo máximo q llegué a contemporizar formalmente, procurando posicionarme, ejerciendo vincularme, fue fantasear en regalarle, cuando competía semiprofesionalmente, sobre una entretenida y veloz bicicleta (deporte fijación del que dimitiría más tarde, igualmente abrupto) a una moza la copa que no llegué a ganar de un primer puesto.

Bastante necio debía parecer. No era como los demás, está claro. Poco me importaba la estabilidad. Quería no dudar. Estaba sujeto a unos conflictos infantiles y vanidosos que no planteé adecuado. Dominado, dramáticamente. A veces. Entonces sí que me mostraba sensible. Con pasión desguarnecida. Sin sentirme tan enraizado e insensible conmigo mismo. Aunque seguía en un particular piloto automático, metido no sé dónde, el resto del día, como si nada. Pero había mucho más. De escribir profusas cartas inexorables, abstraídas, al principio pensando en aquellas chicas, empezar a hacerlo solo para mí; Tampoco sé qué diablos, me deshacía con furia de cualquier trazo de texto, que sí había escrito igualmente de impulsivo, obcecado, tan salvajemente disociado como a mis destinatarias ideales. Para mí sin mí. Fueron desvaríos que no comprendí jamás, y menos pude aceptar, tal fragmentación con aparente ambición. Allí perecieron.

Y fuera...

Tampoco lograba mirarme en otros, aquel soberano juego, empático y rápido... Acaparador y celoso cuando compartía. Me aceleraba. Decaía, invariablemente. El sexo ampuloso y no ceder, teniendo aquellas bajadas en seco. Desasidas. Y obsesionadas, muchas veces. Provocándome, cuando estaba con la gente, en factores en inverso, hacia arriba, queriendo y obteniendo una feroz intensidad. Quise la perdición. Viajar y verme, mucho mejor en marcha, desde fuera de mí. Obviando las consecuencias. Expulsándome del trato cercano. Emoción rápida, colocada, impulsiva, que de adolescente no había sentido o reconocido nunca. Fuerzas renovadas, debí pensar. Me gustaban. Eran una adicción. Pero no duraba, lo bastante. Me era imposible construir así, a trompicones; en esa velocidad ufana, inusual, tan reacia a forjarse; tampoco lo intenté mucho. Descentrado. Hastiado. Confuso. Me zafaba, aunque sin practicar ninguna rutina elemental, un poco de lo que fuera que pudiese dejar poso, concentrarme en algo, las rutinas todas que me agobiaban, sea dicho. Volvía a acelerarme, ahora en sensaciones vacías, sin objeto. Se puede creer. Mundos sin término. Inflacionado en pequeños detalles de la vida, desnaturalizados, obviando ciegamente todo aquello que nos condiciona y que conceptualizado sujeta. Con comienzos, aunque sin querer o poder desarrollar recorridos ciertos, algo racional y razonablemente comedido, en un puntual final estático, o un el mecer con trayecto eterno, oscilante y sosegado, dejándose ir pero permaneciendo lúcido e inquebrantable, como la marea arrastra.

Un sentido, me era necesario. Que hallara constancia y el correspondiente sofrenado. Abstraer y tener. Al contrario me empeñe en el error, ser un jirón, de tela, ondeando, solo eso. Espacio y vientos. Aire. Nada. Me psicoanalicé. Me reconocía demasiado perdido. Y por eso busqué ayuda. Sin ver nada aprendí a racionalizar. Sociable y todo eso, manipulador y tímido, pero igual... Sin caretas, o metas.

Todo esto me hace reflexionar actualmente de que de fantasías, sin aspiraciones a logros, nada es viable y se vuelve hacedero. Es probable que no haga falta otra cosa. Querer perdurar. Y constar. Creo. O por lo menos tener un hijo y cuidarlo, que tampoco va a ser mi caso, por supuesto. "Quien llega tarde, ni oye misa ni come carne". Fue mi vida, experimento, evitando ser perplejo, ante algo enfermo, supongo; en esto sí quise ser mi dueño, los hay que dependen de drogas, otros giran entorno a una pescadilla que se muerde la cola. Tengo una parcial conciencia de enfermedad, reconozco mi voluntad. Y bueno, ahora seguro, no aniquilado, quiero poder ver el correspondiente final, aún viendo crecer el futuro, esperarlo, ¿no? Igual que todo el mundo. Reteniendo algo muy concreto. Obtener ese domino. Quizá al perder este sobrevenido vértigo.... Yo no cejo.