Monday 7 December 2015

De edificativo realismo


Con todo mi respeto para Guillermo Rendueles, hay repugnancias claras seguramente porque son emotivas. Sin razones. Igualmente, el poder de narración e irreflexión que la dicotomía bueno-malo tiene no la supera ningún fetiche. Que al grupo, o a los grupos mejor dicho, no les convenga esa duda eficaz e individual, que prefieran decretar por nuestro bien toda suerte de recortes morales no se pone en cuestión.

Si el marketing no va a interesarse por esas verdades éticas presuntamente tan objetivas y humanas en tiempos de paz es por su obvia consciencia de que somos en el fondo mecanismos y no existimos sino como identificación, imagen o satisfacción de deseos, ya sea huyendo del personaje o rol social que mantenemos (por una parte a veces gratificante, cuando te miran o reconocen, pero desde otra atrapados absurda o perpetuamente en él), disfrutando nuestra buena mala salud o por supuesto agradeciendo todos esos objetos casi no frustrantes que nos procuran una apoyada supervivencia eterna que tanto nos impresiona; en vez de rezar invocamos un manga, nos bebemos una o dos latas de coca-cola o probamos un jarabe nuevo, y no pasa nada.

Sin embargo, cosas tan aburridas como la sostenibilidad, equidad, dignidad, y hasta el progreso compartido, sabemos son zonas comunes y que merecen el acuerdo. Aparte de poseer, a todos nos gusta pertenecer y participar.

El problema es solo nuestra falta de cultura global profana, precisamente (vulgar, ni clasista ni xenófoba). Y desde luego, el capitalismo arbitrado la procura.

Filiar la verdad únicamente a una ética “elitista”, vaciar la realidad de cualquier espacio personal, subjetivo, experimental, difuso o privado, es una suerte de escogida enajenación funcionaria, más propia de sotanas y aspirantes a enterados tecnócratas morales que de gente apegada a su medio necesariamente mediocre pero personal.

Sin ápice de cinismo, calidad total es la pura mercancía: el sujeto dominado por una misión y uniformidad. Aquel pesimismo sublime pero virtuoso completamente diferente a la coyuntura de la distribución del trabajo en virtud del capital.

Entre un oficiante y el free rider creo que existe medida. Y dudo que al salir del curro no se mantenga también perfectamente dual e inaprensible: tan egotista como cívica.



Saturday 7 November 2015

El Per10r de los cementerios

Creo que sin el cambio ni el riesgo o la tolerancia común al ensayo-error no podríamos avanzar social e individualmente, que es de lo que al final se trata. Progresar y aceptar la incertidumbre de convivir y nuestras pequeñas o grandes muertes. Sin tampoco ignorarlo asegurar ser sostenibles y responsables tanto con nuestra digna maduración o envejecimiento como con las generaciones que nos preceden. No colapsar encerrados; metidos en un  búnker social o personal presuntamente benéfico pero acorazado de totalitarismo o de activa dejación, demostrando tarde son ratoneras que no llevan ningún sitio. Solo las parejas se unen y van mutuamente de la mano suspendidas. Cuando nos juntamos más de tres pactamos por un fin y un ambiente o, sencillamente, somos nosotros mismos reivindicándonos. Pienso que es mejor ser conscientes de ello.


Saturday 24 October 2015

Solo, en el bosque

El bosque como metáfora natural absoluta. Desde fuera, desde la perspectiva del paisaje, fascinantes y coloridos. Como esa chica bonita y de contrastes que los adultos/as no sexistas empiezan ya decididamente a relativizar. Impresión simple, espectro de la luz y proyección sobre planos simétricos. Espacio reducible a un juego de transparencias y curvas suaves, cuyas primeras derivadas sean continuas. Un espejismo. Tan fácil de aprehender como únicamente aparente. Exposición de imágenes e impresiones coloreadas cuya naturaleza iterativa y envolvente extrapolamos interiormente, completándolas en embelesada e ilimitada redundancia. Desde dentro, sin embargo, el bosque es “feo”, “sucio” y “agresivo”, preciosamente complejo y minúsculo. Ordenado e intenso, pero tan impredecible como finito. Un bosque desierto evoca tanto (¿es que es necesario decirlo?) porque nos remite a esas dos cualidades primigenias, subjetivas y escindidas propias de todas las cosas esencialmente humanas: la sensación real y una fantasía pura. Complejidad y belleza conviviendo imperfectamente acopladas. Tú mismo y en medio. Consciente romanticismo sin su inherente disociación. Sentido verdadero, integrado de la identidad, anhelado pero imposible. Un lugar único para morir en soledad, descolgado del ruido disipador de nosotros mismos. Aislados o quizá homogéneos, sin duda cortocircuitados, aunque plenos y singulares mientras tanto. Lejos de la pérdida y el embrollo. ¿Entregado? La vida es pelea.

(Editado, Julio 2017)

 

Saturday 17 October 2015

Tecnócratas en mi organismo

No creo que el medio sea el hombre. Y es innegable, que la psiquiatría, a veces es un implacable ejercicio de poder que impone al sujeto esta concepción por supuesto social, o mejor dicho, socialista. Si la persona no es autónoma, y por tanto es un individuo enfermo, no se trata de hacerlo más libre u optimizado, como sistema o parte separada del universo que es, sino que vale forzarle (integrar es algo muy diferente) una dependencia implacable al medio, que por supuesto son los hombres pero no el hombre.

Es esta concepción de poder, aquella laxa con la justificación del empleo de la coacción, lo realmente cuestionable de la psiquiatría como disciplina, no su alineación reduccionista con un práctico e instrumental modelo biomédico. El uso totalmente normalizado (y no excepcional) en hospitales de agudos, geriátricos o hasta centros de menores de la sujeción mecánica es por ejemplo algo bien claro de esto que planteo.

Aunque pueda sonar panfletario y que una motivación individual nunca llegue a ser un bien social, seguiré viendo razonable que la desacomplejada condescendencia de la psiquiatría con la involuntariedad hierva la sangre de tantos y de mí mismo.


Sunday 20 September 2015

La trampa del activista gregario

Realmente me asusto cuando me pongo serio. No es solo que reluzca en todo su esplendor mi ataxia cognitiva y la nula exuberancia emocional actual que padezco, sino que para mí dar una batalla por la "verdad" y la "justicia" me parece absolutamente estéril y un moralismo de la peor ralea. No va conmigo. Es que no debería ser tampoco jamás asunto de presión entre facciones. Porque la verdad o las orientaciones éticas auténticas no existen si son sociales y no solo cívicas en un sentido reduccionista pero necesario de las relaciones humanas. Son Serían entonces convenciones puras, sin acotado, intereses moralistas de grupo. Interés despótico y total no solo por ejercer poder entre ellos sino tantas veces de revelador dominio sobre individuos que van por libre aunque se apresten a negociar (individuos sociables pero no gregarios).

La justicia debe debería ser exclusivamente asunto de jueces o de arbitrajes comerciales (justicia que solo puede entenderse en una democracia liberal, ya que desde luego uno tiene su perfecto derecho natural, y no convencional, a no donar su cuerpo y mente ni todos-todos sus bienes, y a negociar en cierta medida con ellos) y no dejarla en manos de sables y ruidos de masas.
Porque la verdad, es otra cosa: una cuestión materialista, de mentes individuales y sus pares, que ingenian y utilizan el método científico para conocer.
La verdad del activista gregario es la verdad del ser reconocido vistiendo un traje más bonito en una reunión social. Yo no voy a ir desnudo, y en cierto sentido sé que también es una forma de progreso, estético y no técnico, pero que no me llamen a mí para jugar a semejante trampa. Aunque puedan cometerse errores, no todo es futuro y vale sin libertad.


Monday 6 July 2015

El dudoso orgullo de la oclocracia

Creo que no he sido nunca un estado nacionalista en miniatura, yo y mi yo, esgrimido como tal mi único acopio de muchedumbre y cuna.

La resignación frente a las condiciones atmosféricas por la complejidad de diseñarlas, el optar por caminar solamente, voluntariamente y sin resentimiento, tener la lucidez y la fuerza de observar el medio siendo un individualista, y por tanto poco o nada moralista, siempre me ha conmovido.

Quizá no peque de ingenuo. Pero me inclino por que no sirve de nada recibir de más sin reconocer el brazo partido.


Sunday 5 April 2015

¿Tendrían que pasar los políticos, periodistas y psiquiatras por el psiquiatra?


El discurso prohibicionista, restrictivo, defensivo, que se ampara en la supuesta peligrosidad social del enfermo mental, se plantee como se plantee, es demagógico y viene cargado de prejuicios intolerables. Inadmisible que se muestre tan descarnado, en una sociedad democrática que presume respeta al diferente.

El impacto de una enfermedad mental, su accidente, debe recaer exclusivamente sobre quien la sufre y padece e invadir sólo secundariamente aquellos preocupados honestamente por la autonomía del afectado, sin sobreañadir más penosidad de la que ya confiere una ruptura no elegida de continuidad en la identidad, mediante siempre cínicas actitudes sobreprotectoras, paternalistas y discriminatorias.

Que no nos pretendan vender de nuevo la moto de la locura infecciosa, contagiosa o peligrosa; falso no sólo desde el derecho moral a no generalizar, sino desde una contrastada realidad estadística con los asumidos sin menoscabo como “normales”.

Lo físico se puede separar de lo mental, lo mental no se puede disgregar de lo mental: es uno mismo, aunque esté enfermo. Por eso un ingeniero deprimido o rarito puede ser mejor profesional que uno eutímico o un fiera social. A santo de qué filtrarlos hasta como vecinos de antemano. O es que no hablamos de política y el buen político, o de fontanería y el buen fontanero, de buen o mal periodismo. ¿Entiende también de estas profesiones el psiquiatra? Por qué no deja entonces demostrárselo a los "mentales" y sin embargo no duda de esos "sanos". ¿Son más elegidos? En igualdad de condiciones, son prejuicios sociales. Peor aún, estigmas, insignias amarillas en las caras.

De todas formas, es triste recordarlo a los más fuertes, cualquier sociedad debe asumir riesgos para convivir con cualquiera otro distinto pero congénere, es el mínimo precio de vivir libres y con respeto mutuo.

Sunday 1 March 2015

Hablar con Él

Individualmente, suele parecerme que la realidad es unívoca. Que toda la complejidad visible es naturalmente reducible a un punto exacto o absoluto. Y aparte, que cuando esta realidad invariable diverge y se 'mueve' siempre posee un óptimo igual de funcionalmente preciso, al modo de una máquina de Carnot.

Otro asunto más peliagudo sería el de poder determinar personalmente, o cada uno, en dónde se sitúa acertadamente esta verdad. Sacudirse la inherente incertidumbre humana, el tipo de problema de posicionarse en observador omnipotente. Que sea mucho mejor a veces inhibirse que conjeturar y decidir mediante una fatalidad, querer no arriesgarse, todo eso...

Y es que un Dios no es objeto o partícula simple, sino ALGUIEN; como yo, como tú, como todos los demás. Parte íntima y desde luego poderosa; eso sí, que sin embargo (afortunadamente para la salud mental común) quiere rizar el rizo de lo aparentemente comprensible siendo simultáneamente AJENA a todo lo subjetivo, a cualquier identidad probable y concebible. Al menos esto fue lo que me enseñaron de pequeñito, cuando me lo indujeron.

Creer en ÉL no deja de ser un truco interiorizado de sumisión moral muy ingenioso; aunque desafortunadamente, cuando te lo planteas desde esta ulterior óptica introspectiva, interesado. La apariencia que subyace hoy en mi fuero interno es la de que su condición se rebate a sí misma.

Me siento todavía demasiado pasmado, depreciado y estropajoso, y quisiera ser capaz de implorar, pero no podría quedarme a medias en una relación tan acaparadoramente conceptual. Casi psicoanalítica...

Vamos desentumeciéndonos. Quiero avanzar, porque me veo estancado. Es una cuestión tenaz pero principalmente de estrategia, de tiempo y de calma. Sustituir cuasiestático el miedo pasado y el vacío presente por emoción. Lo intentaremos. Invertir en el oficio, ser fiables y confinar flexiblemente la transparencia venga de donde venga.

Wednesday 25 February 2015

Sin agonismo pero colectivista

Cada cual tiene, por supuesto, su ideología. Su propio y voluntarista romanticismo. Pero la realidad nunca es tibia, sino una contrariedad abrupta, antagónica al deseo. A cualquier acogedor intimismo subjetivo. Una cosa en todo. Inerte, hostil, hosca, y que resultando siempre factible de ser humanamente aceptada, es machaconamente distorsionada.

La realidad habitualmente es posible definirla, a efectos prácticos, reales, únicamente como una proporción regular estable bajo condiciones constantes. Pero una proporcionalidad universal que intuida es comúnmente adulterada, activa, obstinadamente, por ejemplo mediante algún tipo de pensamiento mágico y subjetivo que embellece, idealiza y justifica esta porfía deformadora; o directamente a las bravas, ejerciendo poder y coerción sobre nuestras impresiones desagradables, que ubicaremos, sin duda, en nuestro exclusivo exterior; o sino, paradójicamente, inhibiéndonos conscientemente de pensar hasta las últimas consecuencias, soslayando cobardemente su consustancial y natural exhortación.

La ciencia, y por ende la economía, son sin embargo un inconformismo individualista, un límite inquieto a lo fantásticamente personal, al deseo, siempre tan arbitrario, un denuedo por lo objetivo. Empeño por conocer pero a nuestra costa. Cuasiavaricia por desentrañar lo decididamente físico. Energía inteligente. Aunque ardua, fría y analítica. Oportuna y activamente posesiva desde luego. Predictivo constructo que acierta a capturar dentro de un rango de error a un objeto desprovisto del sujeto que lo construye. Nunca un ser, sino materia confinada.

Ciencia, verdad y materialismo simple y sencillamente, con todas sus precauciones y consensos. Sociales pero críticamente establecidos, desde fuera del relato de sí misma. Porque saber es poseer racionalmente entre pares, creando, una vez confirmada, la mayor obra útil colectiva. Pero, en todo caso, una actitud ante la realidad. Radicalmente individual y audaz.

Me quedo, concluyendo, con esta idea confiada y también realista: no esperar la mayoría de las veces que haya ninguna catástrofe moral si nos conformamos y obviamos el esfuerzo en general. Pero que luego, muy probablemente, todo sea lo contrario de lo que hubiéramos querido.


Tuesday 6 January 2015

Biología expuesta

Estamos aquí, vivimos, porque somos, en parte al menos, como la realidad funciona autónoma y no solo como tropiezo siendo un triste duplicado natural e imperfecto. La carga moral, la culpa en cada uno, sé que pesa mucho más que ese instinto sin valor genuino extraño. Por eso nos disociamos y autoengañamos, tratando de evitarlo. La continuidad de mi mismo, en un sentido estricto y no mítico, a mi mente le importa bien poco. Que su pose tenga que ser terrenal y no descubrirla como fruto de una injustificada ambición y un autorepudio cobarde, no consigue mejorar las cosas. Ciertamente, a mi conciencia le atañe la verdad óptima y su mirada propia. ¡Qué y si sé que mi inconsciente sabe que dios y la coacción son solo un invento supersticioso, irreal y cohesionador basado en pillar cacho! Sin embargo todas las verdades individuales siguen siendo poderosas en nuestras cabezas. Por eso vaticinamos y estamos abocados a la acción aunque solo sea interior. Muchos somos cooperativos, pero dar la espalda a determinados credos comunes no es ninguna obra menor de volátiles y gente no demasiado apegada al medio ni a la viabilidad bacteriana. Poseo la convicción de que la conquista definitiva del individuo como ser social será la de su crítica más que aceptarse como teleología fáctica. Acertar a ver en uno, porque está en uno, que los otros, incluso él mismo, son a veces parte de un objeto mágico, identitario, con vocación totalitaria, una excusa de renuncia para no vivir o morir nunca. Permaneciendo falaz o escaqueándose a partes iguales, según los casos. Será el Fin de la Historia pero no de nuestra Biología.