Sunday 20 September 2015

La trampa del activista gregario

Realmente me asusto cuando me pongo serio. No es solo que reluzca en todo su esplendor mi ataxia cognitiva y la nula exuberancia emocional actual que padezco, sino que para mí dar una batalla por la "verdad" y la "justicia" me parece absolutamente estéril y un moralismo de la peor ralea. No va conmigo. Es que no debería ser tampoco jamás asunto de presión entre facciones. Porque la verdad o las orientaciones éticas auténticas no existen si son sociales y no solo cívicas en un sentido reduccionista pero necesario de las relaciones humanas. Son Serían entonces convenciones puras, sin acotado, intereses moralistas de grupo. Interés despótico y total no solo por ejercer poder entre ellos sino tantas veces de revelador dominio sobre individuos que van por libre aunque se apresten a negociar (individuos sociables pero no gregarios).

La justicia debe debería ser exclusivamente asunto de jueces o de arbitrajes comerciales (justicia que solo puede entenderse en una democracia liberal, ya que desde luego uno tiene su perfecto derecho natural, y no convencional, a no donar su cuerpo y mente ni todos-todos sus bienes, y a negociar en cierta medida con ellos) y no dejarla en manos de sables y ruidos de masas.
Porque la verdad, es otra cosa: una cuestión materialista, de mentes individuales y sus pares, que ingenian y utilizan el método científico para conocer.
La verdad del activista gregario es la verdad del ser reconocido vistiendo un traje más bonito en una reunión social. Yo no voy a ir desnudo, y en cierto sentido sé que también es una forma de progreso, estético y no técnico, pero que no me llamen a mí para jugar a semejante trampa. Aunque puedan cometerse errores, no todo es futuro y vale sin libertad.