Thursday 17 March 2016

Tranquilizantes

Aceptando matices, no estoy de acuerdo con Allen J. Frances y ciertas conclusiones en su recomendable Saving Normal. Si ya la vida inmaculada o pura no tiene valor de nada en sí misma menos conservada en formol. Las benzodiacepinas tan comunes son drogas, es cierto, pero ni de largo tan sucias y problemáticas. Mi planteamiento es otro, que son artefactos. Con sus beneficios y riesgo, ni más ni menos como el que puede tener un horno microondas casero en mal estado o conllevar el acceso fácil pero imprescindible a cuchillos jamoneros.

Me azora bastante considerarme un tecnófobo aun en temas de salud, así que más que advertir a lo sumo me quedaría con la recomendación de usar con sobriedad estos utilísimos gadgets químicos, porque en concreto, actuando sobre la comezón-ansiedad o el insomnio, sean estos síntomas reactivos al entorno o no, son sencillamente espectaculares. Es otra liga, pero la química psicotrópica mucho más dura y de difícil manejo que yo me meto todos los días a mi me ha cambiado la vida. Y hablo solo en términos de confort existencial, como para imaginarse su impacto vital al controlar una descompensación.

Nuestro moderno modus vivendi es estresante o insano para cualquiera, pero hay que reconocer también que nos engancha y encanta. Las píldoras se convierten en dulces felices y optativos para no tener que obligarse a hacer deporte, cultivar hábitos más formativos o simplemente no sucumbir al latazo de una psicoterapia que la mayoría de veces no es más que un bucle sin fin de parloteo donde embarrarse en emociones inservibles donde cabe de todo: días pusilánimes, los ratos aciagos compartidos con la churri, procrastinaciones vocacionales, y mucho más allá...

Por lo que preferimos olvidar de una vez por todas los sentimientos perfectos y volcar nuestro tiempo libre por ejemplo a ver series favoritas, a ser posible comprometiéndonos con alguien afín: no somos tan individualistas. Luego eso sí el pringado soy yo que reflexiono que los coches matan pero que son una pasada para desplazarse y no tanto para fardar. Esta auténtica verdad, que cualquier currito/a quiere tener un 'estilo de vida'. Y que por contra, nos gustaría ser rentistas desahogados. Aun más, el maná comunista del cielo. Que el vecino no nos mate de envidia. Pero la realidad ya está bastante exprimida y acorralada como para poder creer en nuevas ilusiones salvadoras.

Trabajar menos y producir más es la única alquimia posible que puede ofrecernos el sistema. O lo que es lo mismo, y no es una simplificación: organizarse mejor o pastilla al canto, sin complejo.

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