Monday 29 August 2016

¿Amputarse a las bravas?

Hay quien se queda sin nada y paga hasta millones en una fianza solo por no pasar el trago de un día en la cárcel. No se minimiza entonces por la autoridad el concepto de privación de libertad. Ni se malentiende tampoco que no hay digresión o delincuente total.

No debería ser así, pero a veces nos acorralan y sacamos la mejor cordura de nosotros mismos. Yo mismo, que he aprendido a simularla y el último de mis 'cautiverios' no durase más allá de unos pocos días. Probablemente si desde el comienzo hubiera colaborado, atendiendo expresa y exclusivamente a desgranar y documentar mi estado loco, hubiese tenido acceso técnico inicial al estatus de no ser forzado, pero no supe en el momento otra cosa que embargarme y no ser sumiso por dentro. No es fácil cercenarse. Sin embargo, aparentar y disimular sí estuvo siempre al alcance de mi precaria o, bien, es cierto, desprovista de sutileza, ignota mecanizada lucidez. Tosca pero superviviente. En todo caso, accesible o parcial. Nadie pudo acusarme de nada inadecuado aun contra las cuerdas.

Una vez más, la experiencia me demuestra que la locura puede ser un cisma feroz, tan delicioso o inopinado al principio, tan invasivo e infeliz al final, pero que nunca es total. Sin tener claro esto, que la mayor parte de los locos sometidos a ambientes de coacción son conscientes de muchas cosas, y en particular, casi siempre, de ser tutelados en aras a un indefinido, discrecional e imperativo modelo de salud mental, jamás se podrá conciliar dignidad y tratamiento psiquiátrico involuntario. La existencia de individualidad conservada y de su obligada consideración a través de normas generales, preestablecidas, y que al intervenir respeten la sensibilidad de esas partes tuyas más sanas. Frente al uso discrecional, omnipotente y arbitrario del acto terapéutico, probablemente legítimo, pero aún conscientemente no demandado.


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