Thursday 2 March 2017

Epílogo

En un mundo de socialismo real y no ideal, anárquico pero cosmopolita, podría llegar a aceptar el mandato, la carta blanca de coerción que se cierne diariamente sobre las unidades de agudos de cualquier servicio de salud mental, al menos en este país. Que me hierva la sangre no quiere decir que no pueda llegar a entender la violencia legítima contra el paciente mental. Aunque habría que ser muy claro si el papel de la psiquiatría va a ser ese, doble. Una función de contención real, reconocida sobre el orden social, precisará de preciosos contrapoderes. Garantías. Que entiendo el ciudadano tiene cuando la policía o el carcelero actúan ante hechos presumibles o decididamente delictivos. Quién revisa una sujeción mecánica (judicialmente) o una megadosis de psicofármacos cuando son actos de poder y quien las sufre se les 'acusa' de no ponerse como atrezzo el pijama, de llevar gafas de sol en la sala, de salir de la planta cuando la puerta está abierta... ¿Verdaderamente es sobrestimar la arbitrariedad de esas políticas y no terapias? Esta violencia para vigilar y castigar en apariencia tan banal, es en realidad dura muy dura y fácilmente se corrompe. Hay demasiados intereses laborables o no en juego. Nunca se debería confiar a la discrecionalidad su ejecución. Hablamos de controlar a alguien, es asunto para el juez no de sanitarios manazas.

Actualizado 12 Marzo/2017