Saturday 24 October 2015

Solo, en el bosque

El bosque como metáfora natural absoluta. Desde fuera, desde la perspectiva del paisaje, fascinantes y coloridos. Como esa chica bonita y de contrastes que los adultos/as no sexistas empiezan ya decididamente a relativizar. Impresión simple, espectro de la luz y proyección sobre planos simétricos. Espacio reducible a un juego de transparencias y curvas suaves, cuyas primeras derivadas sean continuas. Un espejismo. Tan fácil de aprehender como únicamente aparente. Exposición de imágenes e impresiones coloreadas cuya naturaleza iterativa y envolvente extrapolamos interiormente, completándolas en embelesada e ilimitada redundancia. Desde dentro, sin embargo, el bosque es “feo”, “sucio” y “agresivo”, preciosamente complejo y minúsculo. Ordenado e intenso, pero tan impredecible como finito. Un bosque desierto evoca tanto (¿es que es necesario decirlo?) porque nos remite a esas dos cualidades primigenias, subjetivas y escindidas propias de todas las cosas esencialmente humanas: la sensación real y una fantasía pura. Complejidad y belleza conviviendo imperfectamente acopladas. Tú mismo y en medio. Consciente romanticismo sin su inherente disociación. Sentido verdadero, integrado de la identidad, anhelado pero imposible. Un lugar único para morir en soledad, descolgado del ruido disipador de nosotros mismos. Aislados o quizá homogéneos, sin duda cortocircuitados, aunque plenos y singulares mientras tanto. Lejos de la pérdida y el embrollo. ¿Entregado? La vida es pelea.

(Editado, Julio 2017)

 

No comments:

Post a Comment