Problemas de Contorno

Thursday 16 January 2020

Teoría parcial lo inmaterial

Desde mi enfoque un nosocomio ha de ser un lugar de calma y no una casa de citas. El tratamiento de la enfermedad mental no estabilizada es biomédico. No todo se puede atender en la comunidad. Las instalaciones de un hospital han de ser apropiadas. Al menos a mí la convalecencias me ha inspirado quietud.

Tuesday 22 October 2019

Sin solución de continuidad (y VII)

Me parece certero describir a mi mente como amputada. Y sus quiero y no puedo inconscientes. Sé que se me suponía en parte creativo, y es posible que alguna venita filosófica de aquella airosa gracilidad todavía me atraviese ocasionalmente. Mi entendimiento a su libre arbitrio brusco o bisoño a veces diverja y se le intuya en remotos chispazos de lucidez sintética. No fue tan sencillo sin embargo darse cuenta lo que no llego a poseer es una subjetividad tenaz, permanencia y memoria que amar, y recrear, y poder compartir. Además de haber tenido que urdir [una] sordina introspectiva a partir de tan inestables e imprevistas carencias, aprender a convivir en mí sin prescindir del medio como saludable universal. No resultar tan distorsionada mi continuidad. Que a pesar lo social se impregne todo, reconocer sea en lo personal donde se constituya y limite lo importante. Defender, en fin, una suerte de libertad interior. Un cedazo de Art Brut. No Sin aislarme ni relamer la realidad [prescindir definitivamente del lastre de la vanidad].

Monday 21 October 2019

Sin solución de continuidad (VI)

Ojalá no hubiese necesitado nunca sondear mi autoestima al margen del margen establecido. Sé que no era imprescindible. Sortear el silencio. Verse después de la enajenación sin contar nadie fuera de tu círculo estrecho. No considerarte aparte aunque estés remitido y a tratamiento. Nuestra cultura cristiana habla sobre todo de piedad. Pero la piedad con el psicótico declarado escasea. Casi nadie preguntó tampoco por mi nombre cuando estaba visiblemente desconectado, y lleno de conmiseración, avisó concernido a una ambulancia medicalizada.

Solo deslucía a los cursis y resentidos su paseo en común. Declamando a la autoridad para que ésta esgrimiera un arma con la que sacarte de en medio. Ellos no sabían la verdad, pero nunca es necesario saber toda la verdad para no ser mezquino. Sí, la sociedad veja a los locos. Hasta un médico especialista de cualquier especialidad se pone a la defensiva cuando aparece un diagnóstico de psicosis en la historia clínica.

Se te juzga y pasas a ser un monstruo, no precisamente alguien más que atender. Tu etiqueta es la etiqueta de una podredumbre, un rótulo que te cerca y margina, creando una atmósfera cero social alrededor tuya que se justifica por si acaso, y que tú cargas dentro como con un olor a muerto permanente.

Supongo se trata en el fondo de explotar tus neuronas espejo para que tomes conciencia del trastorno frente a los que se supone normales. Pero secuestrándote el amor propio asumido manchas y contaminas a los otros en su ir y venir siempre reluciente respecto al así marcado pestilente.

Al menos eso sientes al principio, antes de sobreponerte a la maleficencia de esos nombres obscenos e inclementes socialmente, del lacerante desprecio alientan hacia la enfermedad mental a pesar la mayoría de los considerados cuerdos se reconozcan tan locos y solos por dentro como cuando tú te viste lindando de ti fuera.

Emancipado del circo por otro lado nunca tomaste partido, dejes sean ellos los que vivan atados o pasajeros su propia casa que consideran de propiedad

Friday 18 October 2019

Sin solución de continuidad (V)

No es agradable. Decidido a explorar los porqués del desmantelamiento más absoluto de mi identidad, vuelto [de nuevo] a donde nací [aunque] pasado un lustro largo sin [encontrar] oficio o beneficio estable. Tal vez esto solo sea la consecuencia prevista de decidir prescindir de un fármaco que con nitidez ahora veo necesitaba, pero no resta peso a una realidad madura dura y [que] me atenacen sentimientos muy cenizos.

Afortunadamente, mi apremio por el tiempo es conjurado en las visitas a mi actual psiquiatra, un reducto de optimismo hasta incluso cuando tuve que dejar en suspenso mi formación como técnico debido a una nueva descompensación. No solo cree en mí, cree en la diversa curiosidad de la vida con profesionalidad pero también su dosis de encanto. Que existe siempre un lugar gentil para todos. Y a mí me gusta ese concepto sacro.

La psiquiatra no pone por otra parte demasiadas pegas a no añadirme Valproato al tratamiento. Insiste en bipolaridad. Sin querer entrar en polémicas o no esté yo por la labor de tolerar más efectos secundarios, su impresión subjetiva respecto los síntomas no se corresponde con la mía. Siendo una verdad incuestionable que mi enfermedad se volvió extremadamente esquizofreniforme fuera, en otra comunidad autónoma, lejos del ancla de lo confortablemente conocido, por eso debí dejar constancia en aquellos ingresos de una psicosis más irreductible, cree que al menos aquí he vuelto a estar claramente hipomaníaco.

No termina de ver lo que para mí es diáfano... Esos síntomas afectivos, sobre todo mi hipertimia, son una cuestión de carácter, de personalidad a lo sumo ciclotímica. Que mis oscilaciones de ánimo no se prolongan en el tiempo y suelen estar bastante sujetas al entorno. Además, estado maníaco en los estertores de excepcionales brotes psicóticos.

Todo resulta [] extraordinariamente complejo [sin embargo]. Esa exuberancia sentimental y cierta breve ferocidad dicharachera regresar y ayudar, refrescar mi reseco cerebro, pero reiniciando un mundo más abrupto de lo que nos quepa imaginar.

Después de todo, la congoja sobrevenida que sufro es parte de una emoción más juiciosa que me incita a considerar el agresivo tratamiento pautado un resistente adobe con el que comenzar a levantar un proyecto de reconstrucción a más largo plazo. A que consideremos rebajar la dosis del antipsicótico, pero siendo mucho más escrupulosos con los plazos y sus debidas garantías de estabilidad.

En la consulta, mi deterioro es un finísimo y alegre istmo que mantiene unido un mundo cada vez menos extraño a mi porvenir. Me gusta ese nombre, esquizoafectivo; dudoso, socialmente menos impracticable.

Tuesday 15 October 2019

Sin solución de continuidad (IV)

Mi familia es independiente y honesta. Han tenido una empresa, quebrado y cumplido con la gente. Con serios problemas económicos, sufrido incluso un desahucio y remontado el vuelo. Mis progenitores son los dos seres nobles, libres y auténticos. Concedido a sus hijos sus propias decisiones sin caer nunca en la anomia. Sus sólidos faros morales me han servido de guía dentro de un involuntario caos buscando comprenderlo. Un viaje en el que me embarqué sin su tácito consentimiento, pero siempre con su red y apoyo incondicional.

Siendo esto así de favorable, no descubro nada misterioso de la psicología humana, ni implica una sicalíptica interpretación freudiana, que todos los hijos varones nos sentimos más pronto que tarde juzgados por nuestro padre. Idealizando o cuestionando inconscientemente su figura y los éxitos patriarcales. Él es, al fin y al cabo, más franco y competente que yo lo que seguramente hace más dolorosos algunos silencios y ausencias a mis ojos. Sufro una enfermedad, es obvio, me condiciona, y es una enfermedad que a veces hipersensibiliza cualquier conflicto soterrado. Los celos son posesivos en nuestra cultura, peligrosos y difíciles de manejar. Como lo es la suspicacia si sientes tu afecto egoísta agraviado por algo.

Sin embargo, cierto conflicto y desconfianza ante lo que te rodea, incluso hasta llegar a convencerte de haber sido defraudado por lo que más amas, y delirar, no tiene surgir de una fundamental herida narcisista, y ser más propio de una fragilidad universal que cualquiera puede padecer en un momento dado. Porque si realmente quieres y respetas a tu partenaire, o al menos has interiorizado nadie puede controlar la libertad de otro, que para eso en todo caso está el divorcio y las leyes, ser digno de la persona amada. Por más que zozobre la relación y esta se vea zarandeada por la fuerza subjetiva y desmedida de la pasión, falible e ingobernable vis determinada por nuestra naturaleza biológica, diseñada a fuer de evolución para aprender a través del ensayo-error y la conmoción. Irremediablemente arrobados en nuestro personal y sofisticado cognitivo-emocional banco de pruebas interior.

Así, previo a empezar a desbordar de ti y delirar, en tu mente se desbroza el sentido de la realidad, tocando multitud de puertas mucho antes de decidirse por una concreta fijación churrigueresca y singular, en principio absurda e impenetrable para el que no ha seguido sus imprevistos y versátiles pasos lógicos. Por eso se suele conservar el estatus moral y por eso no son tan comunes los crímenes violentos a mano de los locos. No digo que delirar se escoja, pero uno sí va a delirar de lo que ha tanteado previamente. Pisando terreno ficticio pero conocido. La locura explora una identidad que cumple el patrón cuerdo de su propio deseo. Acotándose en una determina actitud y planteamiento vital.

Únicamente a la lumbre de esta argumentación me fue posible aceptar haber padecido de una amenazante y desconocida ira hasta decirte a ti mismo yo no voy hacerle eso a mi viejo. De un impulso mental inaceptable aunque se quedara fuera solo en el susto de una inesperada actitud y yo helado dentro expiando un desvarío que como vino se fue [la sensación de una voluntad que se desempeña en la imaginación y la posibilidad de poder ser otro].

Una inédita furia en mí menos ininteligible quizá en el contexto de una deprivación de Venlafaxina o atribuida a una subjetividad enrarecida a consecuencia de la experiencia de violencia vivida al ser atado por primera vez y sin motivo en un determinado ingreso hospitalario.

No es disculparse. Como el retrotraerse a la infancia traumática a partir de la escuela tampoco es justificar los abusos. Sé que la afectividad puede llegar a ser tenebrosa pero tu talante esencialmente moral y el poder de la decisión en medio del naufragio psicótico hacerse cargo de la situación. En definitiva, volver en ti. Pero lamentablemente sin acomodarse en una certidumbre de bondad prefabricada. Siendo conscientes del desarraigado y malicioso llevamos dentro todos.

Friday 11 October 2019

Sin solución de continuidad (III)

Paseaba por las anchas aceras residenciales, viendo irreales personas con acondroplasia. Todo el barrio parecía un escenario onírico. Llevaba días como soñando despierto, por lo que no me alteré cuando el cielo se iluminó bajo un sol resplandeciente de mediodía con unas espectaculares luces boreales, mientras acompañaba a mi madre en sus compras (ajena por completo a mi estado), entre los dispersos puestos del mercadillo. Aunque desde luego me pareció algo casi mágico y no identificaba me estaba volviendo loco, en aquel momento no me sentía investido de ninguna misión o algún poder estrambótico, mis pseudopercepciones solo sucedían y no terminaba de atribuirlas a ninguna transformación especial. Sin embargo, a lo largo de una semana más, la calle, mi casa, mi cama se fueron llenando de otras ilusiones y haciéndose cada vez más caleidoscópicas y extrañas.

Tras varios días sin apenas haber conciliado el sueño, y tratando de deshacerme de mi cada vez más palmaria desorientación, a primera hora me entrego a limpiar y ordenar meticulosamente la habitación. Confuso barruntaba sobre si la futilidad de la vida era real. Con el mismo ánimo de aclararme, me dispuse a garabatear en un papel lo que se me pasaba por la cabeza. Después sé que me dirigí a la cocina y que todavía me quedé allí de pie meditando, sin desayunar.

Repentinamente, sentí que algo sucedía y cobraba sentido. Impelido por la idea de ser parte de un juego de rol o de una sesión de ouija, salí al patio privado de nuestro edificio. Me puse a deambular por la calle, confirmando que todo aquello estaba “muerto”, que yo y el mundo de algún modo habíamos muerto. Un insondable sinsentido en el que mi primo y yo habíamos sido colocados pero con una valiosa pieza simbólica. Un poder que había sido transferido por medio de nuestra abuela una vez que ella fue consciente de la existencia de ese escenario ficticio. Y con el que inmunes movernos por el mortecino tablero que se proyectaba sobre las aceras. Nada por otra parte estaba concluso, salvo que debíamos encontrar la salida al laberinto en que se había convertido la ciudad.

Supongo hice unas llamadas y di cuenta a mi familia de aquella inconexa y absurda revelación. Me llevaron a urgencias. En el trayecto en coche avanzábamos a través de las calles sombrías tratando de encontrar ese término de todo. Aunque no había tanta gente en la sala de espera, estuvimos un largo rato en las inmediaciones del hospital tratando de quitarle importancia a la situación. Estaba ofuscado pero receptivo. Cuando la psiquiatra de guardia me entrevistó, esas vivencias se agolpan precipitadas en la memoria y parecen espolear bajo los cascotes mi frágil cordura. Las reconozco devoradoras aunque parte de mí. Siento [que] bruscamente mi cuerpo se aleja. Antes de ingresar en planta la psiquiatra me presenta a una auxiliar que me pregunta cómo me encuentro. Solo acierto a decir bien... bien jodido.

En el control de enfermería me ofrecen un bocadillo, escucho un aparente coro infantil y me imagino formar parte de un internado donde se trata a niños problemáticos y “creadores”. Traen la medicación en diminutos vasos de plástico, no hago nada malo así que pido leer el prospecto de esos fármacos usados en principio para controlar el comportamiento. Me dicen hablarán mañana con el médico. Aunque no les creo, presionado doy cuenta del vasito. La habitación es la típica de cualquier manicomio, con su puerta blanca de 15 cm de espesor provista de mirilla. A derecha e izquierda, diviso otras dos puertas de las que cuelgan extraños carteles (me entero al día siguiente son aseos y los rótulos pintados a mano indican si están libres u ocupados). Me quedo sentado en la cama, obcecado en que la puerta que se cierra sola quede permanentemente entreabierta. El ajetreo es constante. Más o menos, dos horas más tarde nos dan la cena. Antes de dormir, me conminan a rondar por la planta y no aislarme. Pesadamente, me desplazo por el pasillo. Una paciente risueña me interpela reclinada desde un desgastado asiento rectangular de skay negro que parece sacado del recibidor de un taller de coches. La oigo hablar con la voz de un chico en un tono muy pedante. Aterrado, me siento por primera vez brutalmente enfermo; sin género de dudas, loco. Por la noche pierdo de nuevo el sentido y deliro, todo aquello forma parte de una angustiosa sesión de psicoanálisis.

Por la mañana mi turbación es indescriptible. Intransferible el horror que siento de saberme loco, abandonado en mi mente aparte de encerrado entre cuatro paredes. Así que después de comer entro en la habitación, compruebo no se puede abrir la ventana más que un poco porque está blindada mediante una cadena, cojo una silla que me servirá de apoyo y sin más tribulaciones a la carrera me arrojo al vacío atravesando el amplio ventanal.

Era mi primer episodio psicótico, nadie me explicó nada y tan joven desconocía todo sobre la pérdida de la razón.

Una experiencia devoradora que monopolizará desde entonces mi conciencia en un intento no sé si vano de comprender a pesar de mi seguramente necia medianía su singularidad.

Tuesday 8 October 2019

Sin solución de continuidad (II)

Fue la última vez que me sentí absolutamente cuerdo. Lo percibo bien. Era un cenit. Después de tanto tiempo aún acuden a mí límpidos recuerdos, fruto de una estructura mental en su momento sin deformar, de los utilísimos consejos impartidos en las clases para aprobar el carnet de conducir. Teníamos un excelente instructor que era aparte el padre de un excompañero del instituto. De naturaleza autosuficiente pero benigna en aquella autoescuela creo me sentía como en casa, exhibía sin complejo el peculiar tinte excéntrico y espontáneo me caracterizaba y que supongo solo pretendía una relación solícita con las personas que no eran del todo mi verdadera familia.

Durante las explicaciones me encendía desplegando vehemente indignación al socaire de extravagantes aspavientos que daban cuenta de cualquier contradicción del código de circulación. Si llegaba a ser extemporáneo prestaba escrupulosa atención a las precisiones teóricas de nuestro ideal profesor. [Para la mayoría] pese a estar henchido de [rara] vanidad, era buena gente y caía simpático [sino habría sido ya algo más timorato entonces].

Escucha a las chicas y tiene algo, decían además las novias de mis primeros verdaderos amigos. Chicas que en la facultad, tenía 21 años, se dejaban seducir por bobas y extrañas cartas. Fuera como fuera, la vida prometía un plácido y soleado porvenir. Ni manía o depresión, mucho menos un futuro de paranoia y alucinación.

Thursday 3 October 2019

Sin solución de continuidad (I)

La intención de esta serie de textos y reflexiones no es exactamente narrar la verdad de mi locura y la personalidad que la contenía. Soy pésimo para el relato, sea este una puerta abierta a la racionalidad o no. No se me da bien contar historias. Así que me conformaré con autoplagiar el pasado a mi dictado sin dejar ya nada suficientemente importante que decir, y tratando de mostrarlo, si es posible, con un favorable toque de amenidad e instrucción.

A fin de cuentas, y a pesar de mi deterioro intelectual, la vida siempre es un tangible y tiene su historia. Una historia que si es real, aparte de contar hechos, unos hechos, debería ser algo aleccionadora y grata de aprehender. Sé que este punto de vista formal puede resultar provocador, a lo mejor vacuo y moralizante, pero toda información dada posee su propio e imprescindible hilo y un tono subjetivo con el que se evita caer en la fragmentación. Creo es preferible aceptarlo y elegirlo desde un principio conscientemente.

Aunque no me quiero extender sobre ello, es evidente, por ejemplo, los periódicos nos cuentan las noticias, las noticias no son solo hechos, sino seleccionadas y juzgadas como poco en presunto estilo neutral como “accidentes”. Una forma desgarrada aunque como cualquier otra de dar cohesión a lo que se nos transmite. Personalmente, me gustaría esa información fuese siempre tan precisa y objetiva como ilustrativa. Además, es mi caso concreto, sin asearse en demasiadas pretensiones estilísticas. Y eso es mucho más que no querer cuestionarse dejándola en el aire para que al final nunca hable por sí misma... [o que no aceptar la intimidad acotada ha dejado de ser expresable]

De todos modos, la motivación última de escribir esta agrupación de posts ha sido la necesidad de poner orden en mi rota memoria para reducir mejor la comprensión de mi enfermedad mental grave. Enfermedad que sacudió y supongo aún distorsiona mi identidad hasta extremos difícilmente reconocibles. Un trastorno mental grave que sin duda puede derrotarte en un momento dado, pero que con la compasión suficiente y la consciencia adecuada afuera y adentro, creo no debería impedir el autocuidado o la capacidad de reconstruirte.

Sea como sea, social e individualmente, mi libertad, curiosidad y dignidad irán de la mano sin préstamos excesivos. Como siempre lo hicieron. Lo cual no deja de ser una virtud o un imperdonable error.

Saturday 10 August 2019

Una necesaria conciencia feminista

Aunque resultase definitivamente cierto que el interesado deseo de una mujer hacia su pareja no tiene siempre un trasfondo de ternura, no quita me rechinen ciertos análisis, conclusiones y enfoques con pátina de científicos sobre qué es y qué motiva la violencia de pareja. Habitualmente es más fácil ser buena persona que no arriesgarse a cometer una equivocación conceptual, pero en este tema cada vez veo más claro que además de aceptar el ninguneo y cosificación de la mujer, machismo es pasar por hostil casi cualquier defensa y respuesta de legítima autoafirmación por parte de ellas. Solo el dato de que prácticamente el 90% de los asesinatos en el seno de la convivencia de pareja sean de mujeres a manos de hombres es un ponderable que refleja este sentido de la masculinidad escalofriante.

Aun a riesgo de ser calificado por unos de moralista alienado, si no me cabe duda de que los sentimientos nacionalistas más perversos se enseñan pero también se llevan codificados en los genes de cada uno de nosotros, con el machismo el planteamiento sería el mismo: los hombres nacen y se les educa así, sexistas. Ya era hora nos obligásemos a identificar esto y modificarlo.

Monday 1 July 2019

Libertad, curiosidad y dignidad

El ser humano es una máquina biológica fascinante y no hay cerebro barato. Me basta con sentir sabernos subjetivos. Individualidades irrepetibles desde esta perspectiva, todo está en todo. El infierno no deberían ser los otros. Ese escamoteo a la democracia liberal y la adscripción a cualquier pasado nacional y/o socialista. Los derechos de las comunidades asimilables a los de los individuos. Frente a la sobrecogedora belleza de las matemáticas y sus aplicaciones, leer la historia de los pueblos es descorazonador. La crónica de una cohesión que justifica un conflicto perpetuo de unos contra otros. Aunque me considere intelectualmente escéptico, no me inquietan si las leyes son de Dios. El problema no está en las ideas y sus posibles espejismos, sino en la falta de tolerancia a la libertad ajena. Sin la menor necesidad de dejarse pisar por nadie y evitar el conflicto porque sí, el talón de Aquiles de la condición humana se encuentra en descuidar el respeto por el distinto. Ninguna comunidad moderna puede definirse como sana si no ha interiorizado un concepto de la libertad flexible y respetuosa con el diferente.

No veo tan claro que el mundo social necesite de un aliciente, incentivos, en eso soy muy anarquista, pero en una noción exclusiva de Occidente nos dinamiza solo la aspereza de la vida, el egoísmo y los resentimientos. Sentirse concernido por uno más que sentirse concernido por los otros. Y no tendría porque ser así. Estar herido de orgullo. Edificar la identidad en base a un lamento oculto. Construirse es un significado mucho más profundo que no negar y aceptarse, es considerar además que los otros tengan sus propias elecciones altruistas. Por eso, más allá de la magia de la tecnología, son a veces tan narcóticos el dinero y las mercancías: permiten simplificar embebidos o maliciosos nuestros intrínsecos egos. Si se puede llegar a estar enfermo interiormente de vaguedad o de maldad, jamás de bondad (y defenderse del medio incluso con cortesía).

Dicho esto, aislarse hasta cierto punto del resto y fantasear y verse eventualmente “alguien” es una opción personal aunque sea ilusoria. Por más que destacar y distinguirse como forma de vida no deje de ser un vicio privado, entra dentro de las decisiones de cada cual. Y la libertad del mercado, de un mercado corregido, es la canalización pacífica de este egocéntrico afán de prosperidad y un sofisticado mecanismo de asignación de recursos (escasos) probablemente no sustituible, el sistema productivo básico que bien supervisado coordina de la forma más eficiente la actividad e información económica en sociedades necesariamente diversas y complejas. En realidad, todos somos uno siendo varios. Y para descubrirlo libertad, curiosidad y dignidad creo deberían ir de la mano.

Editado_Octubre 2019